viernes, febrero 24, 2006

Walter Benjamin, La obra de arte en la epoca de la reproduccion mecanica

Se trata de un artículo muy influyente en el campo de la teoría audiovisual, especialmente el cine. Walter Benjamin contesta en este artículo la percepción elitista del arte de la Escuela de Frankfurt, y revierte los argumentos que esta escuela lanzó en contra del cine como forma válida de arte.

Es interesante plantearse las mismas preguntas que plantea Benjamin respecto al cine, en el contexto tecnológico actual. Para Benjamin, era la tecnología del cine lo que lo convertía en una forma de arte más democrática y con capacidad de transformar la sociedad. Hemos analizado en clase puntos de vista similares, como por ejemplo los de Lessig y su movimiento "Free Culture".

Walter Benjamin, The Work of Art in the Age of Mechanical Reproduction

Cultura(s) digital(es)

Renovarse o morir
Comentario de ON THE REPRODUCTION OF THE MUSICAL ECONOMY AFTER THE INTERNET

La tesis del artículo escrito por Andrew Leyshon, Peter Webb, Shaun French, Nigel Thrift y Louise Crewe señala que Internet no es el culpable de la crisis de la economía musical; en realidad los sistemas de distribución que aparecieron con Internet, junto con la creación de nuevos tipos de software, representan la punta del iceberg que ha desencadenado una reorganización de las ventas al mayoreo de la industria musical que apunta a un nuevo modelo de negocios necesario para que no sigan viendo a sus vacas cada vez más flacas.
Habiendo leído este artículo, me vino a la cabeza un par de ideas al leerlo. Así como Theodore Adorno arguyó que la música popular era mala, siempre lo sería y sólo podría seguir siendo mala sin excepción alguna, creo que la piratería que se suscita en Internet actualmente responde, en parte, a la mala calidad de la música popular que las grandes casas disqueras ofrecen a los consumidores. Me explico.
Como parte de la cadena de producción de la industria de la música, las radiodifusoras o discotecas (vistas como clubs) programan los sencillos de la última grabación de un artista determinado; los consumidores se dejan atrapar por el anzuelo pero, a diferencia de lo que sucedía antaño, ya no corren a las tiendas de discos a comprar el CD que contenía la canción que les había gustado, sino que corren a su ordenador que se encuentra conectado a Internet y descargan únicamente la canción que les gustó, porque no están dispuestos a gastar su dinero en un CD que contiene alrededor de 12 tracks, en promedio, 10 de los cuales no satisfacen en absoluto sus necesidades musicales.
Esto, por una parte, y la aparición de ordenadores, móviles, juegos de video portátiles, entre otras comodidades tecnológicas, han mermado las ganancias de la industria musical que encontró su época dorada en los años 90, ya que su principal bloque de consumidores, jóvenes de 14 a 24 años, ya no gastan su dinero en comprar música “original” grabada en CD, puesto que actualmente la música popular –y no popular, claro está- se consume de muchas maneras diferentes que incluyen las anteriormente mencionadas además de la televisión.
Los autores de “On the reproduction…” destacan que dentro de la industria musical existen otros muchos problemas además de la piratería en Internet, ya que las tensiones entre las disqueras, que poseen los derechos para la grabación de sonido, y las editoras musicales, que poseen los derechos para el trabajo musical, demuestran que la industria es la mayoría de las veces lenta para explotar nuevos mercados en el momento en que estos están surgiendo.
A pesar de que luchan en contra de la piretería en Internet, muchas empresas asociadas, competencia para las casas disqueras, la incentivan porque cuentan con divisiones que fabrican hardware que incluye quemadores de CD’s.
Otro de los puntos que me parecieron destacables en este artículo es que en la lucha en contra de la piratería, lo mejor no es prohibir y ejercer acción legal en contra de quienes la promueven y estimulan o aumentar la seguridad en Internet, sino ofrecer un “sevicio añadido”, un “plus” en el servicio de manera que los consumidores prefieran este servicio en lugar de acceder a lo ilegal.
Este tipo de acciones son aplicadas por cualquier empresa que persiga inflar sus arcas más y más, muy al tradicional estilo norteamericano.

lunes, febrero 20, 2006

Comentario sobre FREE CULTURE

Libertad con responsabilidad
La búsqueda de libertad es una empresa que le ha tomado la vida entera a la humanidad. La quiere igual un partido político, un pueblo oprimido, una mujer sometida o un grupo social determinado, sólo por nombrar algunas causas. Asimismo, la libertad es necesaria para que una invención de las dimensiones del Internet y la producción cultural que gira en torno a él, funcionen de una manera mucho más óptima y justa.
Para beneficio de esta lucha y en nombre del sentido común, el estadounidense Lawrence Lessig, autor del libro “Free Culture” y catedrático de la Stanford Law School, se ha avocado desde hace varios años a trabajar en esta línea, lo cual derivó en una idea muy concreta denominada Creative Commons (CC), un proyecto sin fines de lucro que “persigue como principal objetivo ofrecer licencias modelo que faciliten la distribución y uso de contenidos”, de manera que el artista cuente con tanta libertad para manejar su obra a su propio gusto y conveniencia y no verse a merced de los grandes emporios o quedarse en el anonimato, puesto que el medio de protección de la propiedad intelectual que representaba el Copyright ya se quedó corto o, simplemente, no satisface sus necesidades personales.
Actualmente en países como Alemania, Argentina, Autralia, Austria, Bélgica, Brasil, Bulgaria, Canadá, Cataluña, Chile, China, Corea del Sur, Croacia, Eslovenia, España, Filipinas, Francia, Holanda, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Jordania, Luxemburgo, México, Polonia, RU: Escocia, RU: Inglaterra y Gales, Sudáfrica, Suecia, Suiza y Taiwan se está llevando a cabo el desarrollo de Creative Commons con todas las ventajas que esto implica.
Creo que el mérito de Lessig, uno de tantos, es que haya impulsado su idea para llegar a tantos lugares como le sea posible, ya que los aparatos legislativos, sobre todo en América Latina, no cuentan con un soporte que ampare totalmente al creador. Hay muchas áreas que están descubiertas por el ámbito legal, porque no está actualizado.
A mí, que me interesa particularmente el caso de México, me parece de suma importancia que Creative Commons haya encontrado eco en un par de abogados de la firma Fulton & Fulton S.C., León Felipe Sánchez y Jorge Ringenbach, que trabajan en coordinación con el grupo originado por Lessig, para ayudar a quienes necesiten un sistema más flexible que el de Derechos de Autor que se encuentra vigente en mi país.
Al acceder a la página http://creativecommons.org.mx, pude percatarme que esta organización trabaja en colaboración con el gobierno mexicano en la difusión e implementación de tecnologías y prácticas basadas en código abierto y acceso a la libre información, tal y como persigue CC apoyando el proyecto de “software libre” de la Presidencia de la República y los Gobiernos de los Estados.
Esto brinda una ayuda impresionante para todos aquellos creadores enfocados en su labor, pero que están llenos de dudas respecto a como proteger su obra.
Finalmente debo decir que el planteamiento que Lessig hace en los primeros capítulos de “Free Culture” me parece por demás interesante y relevante, no sólo por llamar a que el sentido común se rebele, sino porque la reflexión que trae a cuenta al afirmar que “una cultura libre no es una cultura sin propiedad” apela a la práctica de una libertad con responsabilidad en todo momento, lo cual hace referencia a un humanismo y entrega totales, anteponiendo el medio justo entre reservarse totalmente todos los derechos de una obra intelectual o darlos al dominio público enteros.
En el equilibrio siempre estará el bien.

domingo, febrero 19, 2006

Sentencia judicial utiliza el termino "copyleft"

Por primera vez, una sentencia judicial en España ha citado al "copyleft" (licencias que utilizan Creative Commons) como argumento contra la SGAE, que demandó a una emisora de radio por difundir música sin pagar derechos de emisión. En la sentencia, el juez manifiesta que la asociación sólo emitía música con licencias "copyleft", de libre distribución, y por lo tanto no tiene que pagar derechos a la SGAE. La SGAE anuncia, sin embargo, que no está de acuerdo y que recurrirá.
Link a la noticia completa

sábado, febrero 18, 2006

La experiencia de la musica digital

Actualmente podemos acceder a las más recientes éxitos musicales acabados de anunciar en los Medios. Podemos asimismo recuperar música descatalogada o disponible en formatos antiguos. Todo ello casi gratuitamente. Nos preguntamos: ¿Cómo cambia la experiencia de la música siendo ésta accesible en formato digital?

Por un lado, el carácter gratuito de las descargas de los archivos compartidos permite escuchar aquellas piezas musicales que han sido vesionadas (por ejemplo, versiones dance o chill out), y que antes por razones económicas no podíamos obtener. Actualmente las tecnologías audiovisuales y musicales en concreto (tablas de mezclas) permiten alcanzar un grado “profesional” en la creación de clips, cortos y música. Cuando hablamos de música nos extendemos a un amplio campo de información: bandas sonoras de películas o videoclips junto a material suplementario (ejemplo: cómo se ha hecho, anécdotas), videojuegos, y en general información acerca de los artistas. Todo ello formará parte de una experiencia mucho más completa e interactiva.

Por otro lado, la experiencia digital no tiene porqué callar a la experiencia en directo; al contrario, eleva el nivel de exigencia por parte del público: El artista o la banda que toque en directo deberá explotar los recursos de puesta en escena para transmitir al usuario (que tiene libre acceso a la melodía en cuestión siempre que quiera, y que además ha venido a ver la actuación) una información sensorial más compleja y con una propuesta ideológica y/o estética más profunda que la de los conciertos que se conocen hasta ahora.

Gracias a esto último, no creo que vaya a verse resentido el fenómeno fan, pero quizás sí que se experimentará un hecho que W. Benjamin habría atribuido sin duda a la época de la reproductibilidad técnica: el giro tonal o rítmico de una obra musical que excite desde el nivel atómico nuestra sensibilidad artística puede perder su punzante efecto en nosotros por el simple hecho de ser fácil de conseguir, por ser rudamente instantánea, rudamente confortable.
Arrastrada por ese efecto de insensibilización, la acción de dedicar canciones a través de un programa de radio se verá ridícula y contrahecha, ya que desde el momento que es posible colmar las propias necesidades emocionales a través de la descarga de archivos de tipo p2p, la canción transmitida dejará de confiar en un efecto placentero y sorpresivo sobre otras personas.

Asimismo, se verá resentida la idea de coleccionar determinadas obras musicales, ya que la noción de colección se contradice claramente con esta nueva noción de libertad de acceso a la red; tanto en lo que refiere a exclusividad como a la rareza material que los diversos soportes y formatos contribuían a formar.

Escrito por Lina Gorbaneva

jueves, febrero 16, 2006

La revolucion en la gestion de la musica

Os dejo el link a un artículo muy interesante sobre la gestión de la música digital. El autor, Clay Shirky (un tipo poco académico, pero con ideas siempre sencillas y brillantes, de las que te hacen pensar) argumenta que la música digital ha revolucionado los dos extremos de la industria musical: la producción y el consumo. Producir música es más barato que nunca, y está al alcance de cualquier músico autoproducirse de manera muy profesional. Al mismo tiempo, la música es más accesible que nunca desde Internet.
Sin embargo, dice Shirky, no hemos visto cambios en la gestión de la música: siguen siendo las grandes discográficas las que "descubren" la música que luego bajamos de internet. No existe un equivalente para la música, por ejemplo, del sistema de recomendaciones de Amazon, o de la categorización de la información que hace Google, o del fenómeno de los weblogs, que distribuyen la literatura y el periodismo desde los usuarios y para otros usuarios.
En fin, una lectura en mi opinión interesante.

Por otro lado, os paso otro artículo parecido al Open Music Business. Este también propone una tarifa plana de 5$, pero el análisis es un poco más exhaustivo. Esta promovido por la Electronic Frontier Foundation, una organización de corte libertario (en el sentido amglosajón, es decir, una ideología que confía en el mercado y desconfía del gobierno). Esta bien por lo que dice, pero también porque permite ver la interpretación libertaria de la distribución de música digital y el rol de internet en general (una herramienta, según ellos, ideal para dar más fuerza al mercado y debilitar el rol de los gobiernos). La ideología libertaria tiene bastante fuerza en muchos temas relacionados con Internet: es bueno reconocerla y ser capaces de ver sus aciertos y limitaciones, que no son pocas en ambos casos. Si os interesa profundizar en la ideología libertaria de Internet, os recomiendo el libro Cyberselfish (ciber-egoistas) de Paulina Borsook, realmente una gozada de libro.

Para el lunes 20

Seleccionar una de las siguientes lecturas:

1)
“The Open Music Model” - Shuman Ghosemajumder (5 págs.)
Describe un nuevo modelo de negocio para P2P. También podéis leer la tesis completa (55 págs.) “Advanced Peer-Based Technology Business Models” - Shuman Ghosemajumder 2002

2)
“On the reproduction of the musical economy after the Internet” - Leyshon, Webb et altres (33 págs.)
Análisis exhaustivo de la industria musical hoy en día

Contestar una de estas tres preguntas en el blog:

-¿Es posible rentabilizar la distribución de música digital?
-¿Cómo cambia la producción de música digital?
-¿Cómo cambia el consumo / la experiencia de la música?

Un saludo, buen finde, y hasta el lunes!

lunes, febrero 13, 2006

Comentario de Lina sobre Free Culture

Free Culture permite ser visto como el manifiesto con que Lessig presenta una teoría sociocultural cuyo lema podría ser tomado del titulo de la obra (Cultura Libre o Liberen la Cultura). El posicionamiento centralista y intervencionista de muchas políticas estatales en lo que atiende a la industria cultural (Lessig se refiere básicamente a la estadounidense) ha alcanzado en su actuación grados ridículos, que no se corresponden con muchas de las realidades de los “creadores” en el mundo actual. La política de protección de los derechos intelectuales se convierte en falacia en cuanto que, llevada al extremo, impide una mínima libertad de circulación de estos bienes culturales y por tanto limita a los potenciales creadores.

Lessig traslada sus reivindicativas convicciones al campo de la práctica, fundando Creative Commons (CC), la alternativa democrática al inquisitorialismo del tradicional Copyright (©). Si este último divide entre creadores (unos pocos) y consumidores (el gran público) e intenta proteger la autoría de los primeros – CC genera una red donde el intercambio de información propicia las iniciativas creadoras de cada uno, y promoviendo un contacto multilateral entre los usuarios. Por lo que respecta a la aplicación legal de esta idea -de semblante utópico - parece viable el hecho de prescindir de los estrictos controles del ©: Si liberas a los autores de pagar las tasas de propiedad intelectual y te limitas a fijar unas simples cláusulas donde el propio autor especifica el grado de manipulación que admite efectuar hacia su obra (que muchas veces se reduce a citar al autor original) no aseguras que nadie vaya a hacer lo contrario, pero la clave está en que tampoco lo puedes garantizar con el sistema tradicional, y en cambio estas cláusulas tienen carácter legal, por lo que en última instancia el autor perjudicado puede confiar en los tribunales.

Lessig revisa la noción de derechos intelectuales, y si realmente deben ser un bien tan protegido hasta el punto de sacrificar usos positivos y valiosos que se puedan hacer de él. Asimismo se relativiza la ya acomplejada noción de copiar, quizás imaginándola más cercana a los subconscientes estímulos creativos de la mente, previos a una posible elaboración original que a la copia delictiva. En cierto sentido, la teoría de Lessig se sostiene porque es la alternativa a un sistema (©) que se ve sobrepasado por los acontecimientos y que agoniza en lo que fácilmente puede ser defendido como un cambio de era.

Por último, es importante fijarnos en las fórmulas expresivas de Free Culture: metáforas humorísticas o un lenguaje que recuerda en algunos momentos la informalidad de los correos electrónicos – tienen mucho de teatralidad, de interacción con el lector, en definitiva – de propaganda de este nuevo movimiento alternativo, cuyas bases de actuación pasan por el filtro informativo - que es el libro - y de reciclaje de ideas acerca de la propiedad, acerca de la creatividad, acerca de la buena fe…, un movimiento que, por su carácter de red, buscará la vinculación ideológica con el mayor número posible de potenciales usuarios.

Lina Gorbaneva

martes, febrero 07, 2006

Podcasting, ràdio per internet?

En aquesta web podeu trobar una mini història del podcasting, les diferents possibilitats de comunicació que obre i comentaris sobre els programes per crear un podcast propi: podcasting

lunes, febrero 06, 2006

Comentario de Lina sobre Beyond ad Hocery: Defining Creative Industries

BEYOND AD HOCERY: DEFINING CREATIVE INDUSTRIES

El artículo de Beyond ad hocery: defining Creative Industries lanza una visión sobre el estado de la cuestión de las llamadas industrias creativas. Terry Flew introduce este concepto, nos describe las consecuencias que la generalización de este tipo de industria comporta en el mercado de la sociedad de los bienes culturales; de los bienes de la información - como es por ejemplo el de garantizar el derecho de la propiedad intelectual. Asimismo habla de las ventajas e inconvenientes del soporte institucional de este tipo de productos y bienes de consumo inmateriales, puesto que se hace más borrosa la frontera entre los productos culturales – asociadas a las élites - y los productos de la cultura del ocio – asociado a las masas-, y también las consecuencias en el terreno de la existencia individual. Sobre estos problemas Flew articula, tal y como avanza el título, un discurso con el fin de concretar el concepto de las industrias creativas.

En primer lugar: Ciertamente, la industria del sector servicios está implantando cada vez más un tipo de trabajador intuitivo más allá de la función de generar materiales de naturaleza creativa, y dentro de cada uno de los campos del trabajo de este sector: Desarrollando productos con un valor añadido, trabajando sobre conceptos como “estilos de vida” y en fin, ideando diversos sistemas de seducción del cliente por un producto cada vez más personalizado y cada vez más interactivo.

En segundo lugar: Para que el contenido de este tipo de productos – me refiero a una gran mayoría de productos de las industrias culturales - consiga atraer y llegar a sus consumidores es necesario que su contingente se convierta inextricablemente en parte de la obra y en parte del contenido, si no en el contenido mismo. Un fruto del mercado de las ideas es equiparable a la inspiración. Al igual que ésta, ha surgido en el cerebro espontáneamente y causando sorpresa en el propio individuo. A partir de entonces éste busca expresar dicha información/inspiración y será la manera de expresarla lo que ocupará un lugar primordial en su trabajo: Este producto no puede ser manifestado más que de un modo “artístico”, que permita la reproducción de esa misma inspiración y sorpresa en los posibles consumidores. De modo que, siendo así de importante la presentación (incorporación de avances tecnológicos por una parte y aplicación de criterios de las tendencias estéticas) y sin entrar en las políticas de protección por parte del Estado de las industrias creativas, creo que es fundamental para este sector que se pueda contar con una infraestructura tecnológica siempre lo más avanzada posible.

Llegados a este punto me gustaría realizar una aportación al artículo, a través de una reflexión: Sí bien es cierto que el terreno de las industrias creativas prácticamente se equipara al del sector terciario y que penetra a través de los capilares de la red global en nuestra cotidiana visión del mundo, la realidad es que una observación más pormenorizada de un país en concreto nos habla de profundas disparidades - entre la oferta del mercado y el público receptor - que acaban por romper dicha visión hegemónica.

Últimamente me he centrado en la investigación sociocultural de la Rusia actual. Después de haber descubierto la apertura, a partir del 1991, de algunas galerías, centros de arte o revistas de arte digitales (donde un bohemio mundo de literatos, pintores, críticos artísticos o músicos cobraba vida en la Web) por un lado, y de la reciente fundación da varios grupos de jóvenes críticos con el poder actual (y con el poder corrompido en general) – por el otro, he visto una gran diferencia con la situación de hace unos años, cuando el tópico del Homo Sovieticus estaba en boca de todos, y he pensado en que parte de esta tendencia hacia la liberalización individual y colectiva puede localizarse en una posible conexión entre los dos ámbitos antedichos. De modo que he planteado la siguiente hipótesis: ¿Es posible que un discurso estético inspire al ciudadano unas determinadas ideas – aun en una forma abstracta y metafórica – pero que puedan, al madurar, convertirse en acciones a nivel social y colectivo?

Mi hipótesis ha chocado inesperadamente con un sentimiento que me ha revelado una entrevistada, una mujer española que ha vivido en Rusia durante cerca de una década: <>. ¿Era esta una hipótesis que sólo desde un país que había superado el lindar del bienestar podía plantear?

Este juicio frente a mi propuesta, tan evidente para la entrevistada como sorprendente para mí, me ha empujado a concretar que las industrias culturales se expanden de manera paulatina y constante, pero sólo se afianzan como una fuente de producción realmente importante en los climas de bienestar económico, y me arriesgaría a decir – democráticos. Es evidente que el sector servicios no puede florecer en un país en el que el fuerte contraste entre ricos y pobres le limita al consumo exigente de alto nivel, privándolo así de un potencial mercado a conquistar – el de “las masas”.

Comentario de Mariana sobre "On Cultural Markets"

La afortunada reunión de gente proveniente de diversas culturas, refiere Donald Sasoon, en su artículo“On Cultural Markets”, permitió que en los Estados Unidos de Norteamérica se reunieran públicos bien diversos, de tal forma que para tener éxito en cartelera, un espectáculo debía superar las exigencias de audiencias nutridas por una amalgama variopinta de personas en busca de un producto cultural que satisficiera sus diferentes gustos.

El fenómeno de la globalización suscitada en esta país le permitió ejercer una “hegemonía cultural”, de firmes cimientos que perdurarán por los siglos de los siglos muy a pesar de la decadencia que muchas veces la caracteriza.

La creación y desarrollo de las nuevas tecnologías en los mercados culturales surgidos en unión americana , han permitido la supremacía de esta hegemonía, ya que además de dominar el planeta entero con sus productos culturales, tales como películas, música y literatura, entre muchos otros, las empresas responsables de su facturación cuentan ahora (y desde hace tiempo) con un nicho virtual que les dota de un sin fin de posibilidades.

Con esto atacan muchos más mercados en rincones geográficos que quizá nunca imaginaron, además de seguir enriqueciendo sus arcas de una manera innimaginable para el común de la gente ajena a informes económicos de sus empresas favoritas.

Este fenómeno de globalización permite que se dé continuidad a la retroalimentación que anteriormente se producía en las salas de teatro o en las radiodifusoras nacionales, ya que gracias a la red cuentan con públicos localizados lejanas latitudes. Así, las industrias creativas con sedes en un país determinado, no sólo en Estados Unidos, pueden enriquecerse de información que mejoren la calidad de sus productos o incremente sus ventas.

Aunque generada en Estados Unidos, la Internet supone también una ventaja para países en vías de desarrollo, los cuales cuentan con una creciente industria cultural que no nada más utiliza a la red mundial para vender, sino para obtener informaciones que les sean utiles para conquistar nuevos mercados.

Supongo que la sentencia que reza aquello de “the marketing of cultural products consists in offering the public more of the same, but not exactly”, se aplica de la misma forma para la industria cultural virtual, como para los situados en la realidad material y tangible, ya que finalmente los usuarios que frecuentan sus páginas, con cierto perfil cultural, deben asistir en algún momento dado a una función de cine o concierto de música en vivo. Incluso, se ven potenciadas porque pueden ofrecer información y venta de localidades en línea, lo cual aumenta las posibilidades de venta.